Los beneficios de ser sinceros

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Según un estudio del psicólogo Robert S.Feldman de la Universidad de Massachusetts la gente dice una mentira por cada diez minutos de conversación. Pero ¿por qué hay personas que recurren a tantas mentiras?¿Hay algo de malo en no ser totalmente honestos?¿Cuáles son los inconvenientes de mentir y las ventajas de ser ser sinceros? A medida que leas este artículo descubrirás las respuesta a estas preguntas y estarás más resuelto que nunca a no recurrir a las mentiras ni siquiera a las que llaman “mentiras piadosas”.

¿Por qué mentimos?

Según el estudio que citamos al principio de este artículo, la principal razón por la que mentimos es para aparentar ser mejores personas de lo que somos y despertar el agrado de los demás. Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás y mentimos por miedo a ser rechazados o señalados. Por ejemplo recurrimos a las mentiras para dar la impresión de que somos más simpáticos y más competentes porque creemos que así nos ganaremos a nuestros amigos, familiares y hasta a nuestro futuro jefe en una entrevista de trabajo.

Otra razón por la que no somos sinceros es para conseguir ciertas ventajas como eludir las consecuencias de nuestras malas acciones, un castigo. obtener algún provecho o recibir elogios.

Los peligros de no ser sinceros

Las mentiras nos pueden traer a la larga situaciones nada beneficiosas. Un proverbio africano reza “una mentira echa a perder mil verdades” y otro dicho popular afirma que “al mentiroso nadie lo creerá, ni siquiera cuando diga la verdad”. Si nos sorprenden diciendo aunque sea sólo una mentira será muy difícil que la gente nos vuelva a creer y que confíe en nosotros.

Los beneficios de ser sinceros

  1. Ser sinceros nos ahorra tiempo. Si lanzamos una mentira tenemos que dedicar mucho tiempo a idear otras mentiras mayores para que nuestro discurso sea creíble y coherente. Además requiere que tengamos muy buena memoria para no caer en contradicciones. Pero si somos veraces no tendremos que malgastar nuestro tiempo y energías en idear historias que se sostengan.
  2. Sanearemos nuestras relaciones. Si somos realmente honestos no mantendremos amistades por temor a hacer daño a otros, decepcionarles o perderles. No le dedicaremos nuestro tiempo y esfuerzo a personas que no sintonizan con nuestros deseos o que nos perjudican.
  3. Decir siempre la verdad reduce la ansiedad. Decir mentiras nos introduce en un ciclo interminable de falsedades. Eso conlleva un gran esfuerzo psicológico y un fuerte gasto emocional. Pero si no decimos mentiras nos ahorraremos ese estrés.
  4. Ser sinceros aumenta la autoestima. Cuando somos veraces con los demás despertamos en ellos simpatía, nos ganamos su admiración y como consecuencia se incrementa nuestra autoestima.
  5. Cuando tenemos fama de decir siempre la verdad, la gente nos cree porque confía en nosotros. Como resultado mejorarán nuestras relaciones familiares y con nuestros amigos. Por ejemplo, si somos francos y honestos con nuestra pareja evitaremos vicios que puedan destruir nuestra relación como el coqueteo, las relaciones clandestinas por Internet o la pornografía de cualquier tipo. Entonces ambos se sentirán seguros y confiarán el uno en el otro. ¿Y en el caso de los hijos? No basta con que los padres les digan que no se miente. Para que los niños vean la importancia de decir siempre la verdad y no mientan, los padres tienen que ponerles el ejemplo. Si les enseñan que hay que ser sinceros pero ellos no lo son, es probable que ellos también mientan. En cambio, si ven que sus padres son veraces seguramente ellos también lo sean.

Ser primero sinceros con nosotros mismos

Para ser honrados con los demás primero tenemos que serlo con nosotros mismos. Y eso no es siempre fácil porque podríamos caer en el autoengaño y vivir una mentira, aparentando ser una clase de persona que no somos en realidad. ¿Qué puede ayudarnos a ser honestos con nosotros mismos?

Para ser honrados con nosotros mismos tenemos que dedicar tiempo a meditar. Debemos hablar con nosotros mismos, mantener un diálogo interno sincero y valiente en el que nos preguntemos que queremos nosotros y qué necesitamos. Así, a la hora de definir nuestras metas o tomar decisiones, elegiremos en función a nuestros deseos y necesidades. Aunque siempre es bueno escuchar consejos, si tenemos claro cuales son nuestras prioridades y gustos elegiremos por nosotros mismos, y no por lo que nos digan los demás o por lo que la gente considere más correcto. Sin duda, conocernos bien y ser honestos con nosotros mismos contribuirá a que seamos más felices.

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