Ofertas de trabajo que te hacen llorar, empresas que esperan dedicación completa y disponibilidad horaria total de sus empleados, el freelance que siente que no le queda más remedio que estar siempre disponible para mantener a sus clientes contentos… en definitiva, un mundo laboral devorador de tiempo, devorador de vidas, que nos da limosnas para crearnos la dolorosa sensación de seguir sobreviviendo.
Hablo de un sistema que te obliga a mendigar la supervivencia si no te resignas a perder tu vida. Si no cedes a sus exigencias, simplemente sobrevivirás a duras penas en él. Maldita la espera por un poco de tiempo de calidad para ti, para tu familia, para tus hobbies, para hacer deporte, para salir con los amigos, para leer, para disfrutar de no hacer nada… para vivir.
Y no hablo de anhelar tener el bolsillo lleno, no, hablo de vivir dignamente. Es curioso que la expresión vivir dignamente se suele utilizar sólo en el ámbito económico y material. Nos solemos referir a esa expresión cuando hablamos de tener un techo, un sueldo mileurista, un cochecito… pero engloba mucho más, dejamos siempre de lado lo que realmente merece la pena de vivir: disfrutar de nuestro tiempo, hacer con nuestro tiempo lo que queramos, no regalárselo a otros en exclusiva por una mísera limosna. He decidido trabajar para vivir y dejar de vivir para trabajar.
Y al parecer no soy el único, este sistema nos aprieta tanto que ya empezamos a saltar. Os dejo esta interesante reflexión de Sorayis Narez:
¿Tú qué opinas?
Artículo original de Aníbal Niza